El hippie consumidor y apologista. El drogadicto de acá a la vuelta. El drogueta de rulos. El pelado drogón.
Todos en el mismo equipo, jugando al usuario loco y al consumidor consumido; un equipo que pasó de minipyme a holding manejado por holdings más poderosos que les hace ser lo suficientemente monotemáticos y monótonos como para formar parte de un rompecabezas con todas las fichas iguales, confundibles e intercambiables.
Un equipo en una liga donde todos los que toman parte responden a los mismos dos o tres dueños que convencieron a algunos de vender su obra a otros que subastaron sus derechos entre unos cuantos que prostituyeron su imagen a cambio de un supuesto talento cedido por quienes vendieron su obra.
You say you found yourself a new sound the shit's loaded and ready to go a bit too much just like the old sound already heard it for the hundredth time one hundred more, all have the same sound running around with all the sheep that you know (...) As the countless numbers hunger for world wide renown all the pimping sons of plunder will roll up their sleeves...
La ausencia como consecuencia de los borrazos llenaba varias hojas sin escribir del cuadernito junto al teléfono en el que se anotaban las novedades diarias y algún que otro llamado. Un par de carilinas para lágrimas en eterno reciclaje, los mismos carilinas, las mismas lágrimas de mujer ante el vacío creciente. Hasta que explota y lo echa, no admite discusiones, le escupe el bolso al pecho y patea sus ropas hasta el umbral, cierra la puerta de un portazo y estalla en mares salados por la historia que ya no es y por la liberación. Se lava la cara, tira el cuadernito ya inútil junto al teléfono, cambia los muebles de lugar, frega los azulejos del baño, se compra ropa y dos nuevos pares de zapatos, rejuvenece cinco años.
Meses después un llamado hábil franquea una puerta que cambió de color poco tiempo atrás, una charla, un mimo, reincidencia; un cepillo de dientes resucita y esta vez en vez de cuadernito hay un taco con papeles multicolor cuadraditos y adhesivos, pero con la misma función y hasta el mismo destino que su predecesor.
Eso es maltrato, los dos maltratan, los dos a la misma persona.
Hay unos ocho centímetros entre el doblez del pantalón y los zapatos ajados, curtidos, duros. En su mesa de todos los días la sal, la pimienta y el servilletero le hacen compañía al cenicero mientras esperan el menú de todos los días. Claudio hace las veces de dueño, mozo y cocinero mientras atiende la caja, termina de dar un vuelto y se agacha a buscar algo en la heladera bajo mostrador, saca una botella de tinto con marca de supermercado y un sifón de plástico, se acerca a la mesa completando con un vaso y saluda al abuelo que ya va por la mitad de su Imparciales, el décimo cuarto del día; apoya el vaso y el sifón, desenrosca la tapa del vino y sirve, puro. - Qué va a comer, abuelo, hoy? - Tenés ternerita? - Sí, también hay ravioles con estofado, quedaron unos canelones, bife con puré, pollo a la parrilla... ... - Claudio no se cansa nunca de recitar el menú y parece no darse cuenta que es todos los días el mismo. La boca del viejo titubea en una cara seca y mal afeitada antes de pedir ravioles. - Pero ayer comió ravioles, no quiere un pastel de papa, mejor? El viejo asiente y arrima temblorosa al cenicero para descargar cenizas una mano que en el viaje de regreso captura el vaso y bebe.
Mira todos los días por la puerta esperando algo que no entiende o extrañando lo que sus ojos secos hace rato no ven, intenta acomodarse en la silla pero el cuerpo no responde, otro pucho para acompañar otro vaso de vino que da pena verlo servir. Llega Claudio con la comida. -Cuidado abuelo, está caliente.
El viejo enfoca sus cuencas hundidas y tristes hacia afuera y come sin siquiera mirar el plato, despacio, sin apuro, qué apuro va a tener? Aun sin terminar la comida prende otro cigarrillo, pareciera que éste lo alimenta más que el plato, la última porción la come casi fría y deja el vino para el final, despacio, sin apuro.
La inercia y la costumbre le hacen dejar el pago en la mesa, todos los menúes cuestan lo mismo, se para y rumbea para la puerta que le sirve de ventana mientras come, se agarra del marco y allí agotado, vencido y arruinado, se detiene unos segundos esperando el salvador auxilio de Claudio.
"Sin TRigo" nació como un simple nombre alternativo a un blog ajeno que no prosperó, para esa época yo ya hacía casi un año(?) que escribía en La Redó y me decidí a largarme con el blog propio.
El primer leit motiv fue "Sin TRigo pero con mucha paja", hubo otros, el que más duró fue "Sin TRigo pero con mucho fuego"; hubo un momento en que cayó en mis manos uno de esos libros que te queman la cabeza, hablaba -entre muuuchas otras cosas- de la importancia del maíz en la vida del aborigen americano (el maíz es el único cereal originario de América), un aborigen "sin maíz" no existe, muere, su vida toda gira en torno a su cultivo.
Puede decirse entonces que cada uno debe buscar "su maíz", yo ya estaba sin trigo y entonces empecé a buscar mi maizal.
Empieza hoy el "Camino al Maíz".
Pueden saludar al partir.
Pueden acompañar un par de kilómetros.
Pueden señalar los pasos a seguir si conocen el camino.
Pueden acercarse a saludar desde el borde del camino.
Pueden -cada tanto- alcanzarnos una vianda para recuperar fuerzas.
A veces un empujoncito o bastón puede ser de ayuda.
Alguno quizás pueda ofrecer refugio nocturno.
Voy a pie, hay lugar para quien quiera sumarse.
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