Si te vas sin saludar sé que cumpliste con el requisito de avisar, y si llamé está claro que fue debido a una fecha insalteable. Si vas a extrañar que sea el alma y no la materia. Si parece que sigo tus pasos es casualidad, no me esperes.
Paró la tormenta, me saqué la campera y la apoyé sobre un banco de cemento ubicado entre dos jacarandaes de espaldas al parque, me senté, todavía caían algunas gotas, pero de esas grandotas, bien mojadas y agradables.
La lluvia había barrido algunos nubarrones, sentado me puse a pensar, mangué un pucho pero no fuego, pasaban pocos autos y ninguna persona, paz, silencio, la dulce humedad post-diluvio, solo yo con mis pensamientos, y a mi alrededor llueven flores, de los jacarandás.
Son dos ojos sobre un cuello y un cuello entre hombros. Los ojos ven cómo por entre las cabezas de los de adelante surgen acercándose dos sandalias a suave galope y ágil equilibrio pisando los respaldos ocupados.
El cuello se tensa buscando firmeza para resitir el embate del encuentro y los hombros se afirman para resistir el tirón.
Finalmente las sandalias despegan y se arrojan hacia adelante, los ojos se cierran, el cuello es besado, los hombros asidos, todos míos, y toda vos sobre tus sandalias.
"Sin TRigo" nació como un simple nombre alternativo a un blog ajeno que no prosperó, para esa época yo ya hacía casi un año(?) que escribía en La Redó y me decidí a largarme con el blog propio.
El primer leit motiv fue "Sin TRigo pero con mucha paja", hubo otros, el que más duró fue "Sin TRigo pero con mucho fuego"; hubo un momento en que cayó en mis manos uno de esos libros que te queman la cabeza, hablaba -entre muuuchas otras cosas- de la importancia del maíz en la vida del aborigen americano (el maíz es el único cereal originario de América), un aborigen "sin maíz" no existe, muere, su vida toda gira en torno a su cultivo.
Puede decirse entonces que cada uno debe buscar "su maíz", yo ya estaba sin trigo y entonces empecé a buscar mi maizal.
Empieza hoy el "Camino al Maíz".
Pueden saludar al partir.
Pueden acompañar un par de kilómetros.
Pueden señalar los pasos a seguir si conocen el camino.
Pueden acercarse a saludar desde el borde del camino.
Pueden -cada tanto- alcanzarnos una vianda para recuperar fuerzas.
A veces un empujoncito o bastón puede ser de ayuda.
Alguno quizás pueda ofrecer refugio nocturno.
Voy a pie, hay lugar para quien quiera sumarse.
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